miércoles, 15 de diciembre de 2010

Recuerdos

A veces llegan sin más... como si fueran parte de un sueño, como si estuviera dormitando a cada instante. Llegan a la mente como escenas de una película que se creía olvidada. Una de esas viejas películas favoritas de la infancia que te hace sonreír al recordar.

Otras veces no llegan por sí mismos. Los invitamos, queremos que estén aquí porque nos gusta sentirlos cerca. Porque a veces son los únicos amigos fieles, o eso aparentan.

No sé exactamente si llegó o lo invité... pero ahí estaba. Llegaba yo a tu casa, te miraba y fingía indiferencia... no debía mirarte, no debían nuestros ojos encontrarse. Te saludaba con cierta pesadez, disimulando. Pero en el fondo ambos sentíamos nuestros corazones palpitar con una fuerza sorprendente. Luego te retirabas y yo conversaba con tus padres y tus hermanos. Sonreía amablemente. "Todo bien, gracias"... "mi prometida está de viaje, ya pronto regresará". Mientras aguzaba el oido para alcanzar a distinguir el más mínimo detalle. Tú tocabas la puerta con cierta cadencia. Lo sabía, era una señal, era nuestro lenguaje, nuestro... Al finalizar la velada, yo me levantaba con cierto aire formal, tomaba mi sombrero del perchero y tú te acercabas para decir adiós, me ayudabas a ponerme el saco y con una sonrísa decías adiós. Yo salía por la puerta, sabiendo que habría de volver.

Así te amaba... Oh bella soledad, así te amo.

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Interpretación oracular