jueves, 17 de abril de 2014

Circulando por Eduardo Molina

¿Conocen la avenida Eduardo Molina? Hace algunos años yo solía circular muy frecuentemente por ahí, y en todo ese tiempo jamás encontré un congestionamiento vehicular digno de mención, ni siquiera en horas pico. Resulta que el día de ayer, recordando viejos tiempos, se me ocurrió que sería buena idea, para ahorrarme el tráfico de Insurgentes o de la Avenida Central, viajar por Eduardo Molina. Cual sería mi sorpresa al encontrarme una avenida llena de autos, por la que mi tiempo de viaje sería igual o mayor que por las susodichas vías que pretendía evitar.

¿A qué se debía tal congestionamiento? Al parecer a un ingenioso ingeniero (con cacofonía y todo) se le ocurrió que sería buena idea poner un carril del metrobus sobre esa avenida, reduciendo una vía de cuatro carriles a sólo tres; pero aún hay más, no sé si al mismo señor, o a uno diferente, se le ocurrió la genial idea de poner un carril para bicicletas, quedando una avenida de tan sólo dos carriles con un tránsito lento y tedioso como en el resto de la ciudad.

Ahora, yo no estoy en contra del uso de la bicicleta y alternativas más ecológicas que los vehículos de combustión interna. Por eso era mi pregunta inicial: ¿conocen la avenida Eduardo Molina? Para los que la conozcan sabrán que dicha vía cuenta con un enorme camellón lleno de árboles, y caminos por los que suelen conducir los ciclistas sin riesgo alguno. En mi recorrido de ayer ¿saben cuántos ciclistas vi por el carril para bicicletas? Cero. ¿Cuántos circulando por el camellón? Al menos cinco. Eso me hizo pensar que hay algo mal planeado en las soluciones para el transporte público en la ciudad de México.

Pero ¿qué es lo que está pasando realmente? La opinión de un humilde ciudadano es que todo está mal, desde la raíz. Tenemos legislando a un grupo de individuos, afiliados a un partido político, que votan sobre las decisiones que competen a millones de personas, sin tener la más mínima idea de la problemática a la que se enfrentan. Tenemos ingenieros legislando sobre educación, abogados sobre salud, licenciados sobre vialidades y especialistas sobre nada. Yo no dudo que hay gente muy bien intencionada tratando de proponer leyes, pero al parecer siempre termina ganando el interés del partido, ni siquiera la del individuo. Y es que ¿cómo puede decidir lo que es mejor para un país si no conoce las necesidades de ese país?

¿Cómo puede decir qué necesita el transporte público quien no viaja en él? ¿Cómo puede decir qué le falta a la educación pública quien se educa en instituciones privadas o fuera del país? ¿Cómo puede fijar el salario mínimo y decir que alcanza para vivir dignamente quien percibe él solo la cantidad suficiente para mantener a 50 personas? En fin, lo que yo creo es que México no es Carlos Slim, y que no podemos tener como legisladores a quienes sólo se preocupan por los intereses de los grandes empresarios. Todos ellos dicen estar comprometidos con México, y la verdad es que sí les creo, pero sólo por una parte de México, sólo por la gran industria mexicana y nada más. Pero ¿qué se puede hacer para cambiar las cosas?

Y no es que idolatre al señor López Obrador, pero su propuesta de reducir el salario a los altos funcionarios públicos me pareció muy acertada, pero no sólo eso. Creo que quien me diga que está realmente comprometido por los intereses de su país tiene que demostrarlo. Son “funcionarios públicos”, o sea que funcionan para el pueblo. En pocas palabras, las leyes deberían obligar a los funcionarios públicos a viajar en transporte público, ganar el salario mínimo (instituido por ellos mismos), educarse, ellos o sus hijos, en escuelas públicas, vivir en casas de interés social o en colonias marginadas, conocer la vida del promedio de los mexicanos para poder saber cuáles son sus auténticas necesidades, y no las que ellos se imaginan. Porque sí, es muy bonito decir “voy a hacer una cruzada nacional contra el hambre” siempre y cuando no afecte lo que llega a mi mesa ¿no?

Y por último, yo creo que en la cámara de senadores y de diputados, no deberían dejar opinar sobre cuestiones legales a quienes no fueran especialistas en el tema. Los médicos legislan en el sector salud, los pedagogos y profesores en la educación, los ingenieros civiles en vialidad, etc. A más, el gobierno no debería mantener partidos políticos. Siempre anuncian por los medios de comunicación masiva sus intenciones de tener un México “incluyente y plural”, ¡Claro! Incluyente y plural con cinco partidos políticos con ideologías muy semejantes. ¿Cómo pretenden que cinco ideologías (en caso de que fueran realmente diferentes) sean las que se apliquen para más de cien millones de mexicanos? ¿Acaso sólo hay cinco tipos de personas entre tantos millones?


Pero vivimos en el país del absurdo total, es como vivir en una obra surrealista… y seguimos creyendo que “ahora sí vamos a avanzar”. Ya lo decía el maestro Chava Flores: “a qué le tiras cuando sueñas, mexicano”. Sigo soñando…