jueves, 30 de abril de 2009

Dentro o fuera

Has llegado finalmente. Ya te estaba esperando, te aguarda con una paciencia infinita. No estás retrasado, ni un minuto, pero llegó antes que tú. Aún no ha notado tu presencia, está absorta, lejos... tratas de acercarte, tu pulso se acelera pero no sabes si es por la adrenalina de los acontecimientos recientes, porque llegaste corriendo, o porque está frente a ti. La luz de la luna ilumina tenuemente su rostro, el viento juega con sus cabellos, dentro del auto quizá la temperatura sea más cálida, pero tiene la ventanilla abajo, te ha visto, sus miradas se han cruzado un breve segundo, no se mueve, no hay ninguna señal, su imperturbable semblante te confunde, tu corazón va a estallar, te acosan los recuerdos.


Aquella llamada, tenía ya dos meses, quizá menos, ¿qué importaba ahora? Había pasado tanto tiempo, tu soledad parecía infinita, ¿por qué llamaste? Lo piensas, titubeas, dudas, ahora que estás ahí crees que quizá fue mala idea, pero todo estaba hecho, ya no había marcha atrás. Quieres acercarte pero... de nuevo tus pensamientos, todo vuelve hacia aquella tarde lluviosa, el viento, sus manos entrelazadas, el agua corriendo entre sus cabellos, aquella sonrisa infantil y tierna, los cuerpos que tiritaban de frío... parecía que nada había cambiado pero no puedes sentir esa seguridad de antaño, cuando todo se solucionaba con un abrazo, cuando una mirada podía decir todo lo que en este momento quieres decir.


Sientes que te observa, parpadeas, has regresado al presente ¿cuánto tiempo estuviste absorto en tus pensamientos? ¡qué importa!, sus ojos se encuentran, aquella mirada cálida e inocente que parece no haber cambiado.
Esos ojos, sus ojos sinceros y expresivos que jamás pudieron mentir, los observas, quieren decirte algo, lo sabes pero no puedes descifrarlo, ha pasado tanto tiempo. Los nervios parecen estar destrozados, ¿quién se fue? ¿Quién regresó? ¡Eso que podía importar ahora! No hay palabras, el viento corre, la noche es clara y fría, la noche... ¡cuánto significa para ti la noche!


Por más intentaste jamás pudiste olvidar aquella noche: caminaban juntos, la luna oculta tras intensos nubarrones de tormenta, caían rayos a lo lejos, ni una gota de luz bañaba las calles desiertas, había fallas en el suministro eléctrico y el cielo retumbaba en lo alto. Menos de un segundo era lo que un rayo podía iluminar su rostro, en menos de un segundo sus ojos te contaban una historia diferente con cada destello celeste. Tenías miedo, pero el exterior no existía bajo sus brazos.


¿Acaso se movió? Otro recuerdo te había sacado de la realidad. Ahora que regresabas al momento, parecía estar más cerca. La ráfaga de viento que entró por la ventanilla te había hecho temblar, es cierto, hace frío, por un instante te habías olvidado de ello. Qué sensación tan extraña. ¿Cuánto tiempo ha pasado? Sólo ahora reparas en su ropa. Crees que se ve bien: las botas, el pantalón, la gabardina... está sucia, tiene una gran mancha en el pecho, ¡que desilusión!, justo ahora reparas en sus manos, se mueven lentamente, tal vez tiemblan por el frío, también están sucias, ¿acaso entrará al auto? Ahora ya no sabes si quieres que entre o no, en el fondo lo deseas, en el fondo no, sólo quisieras saber que fondo es más profundo...


Esas manos ¿en verdad están sucias? No, eso es imposible, es sólo la penumbra, sus manos han permanecido castas, no como las tuyas. La noche sigue avanzando mientras tu sigues pensando si es buena idea. ¿Acaso buscas redención? No, bien sabes que tu condena es eterna. ¿Qué fue lo que te impulsó a venir? ¿El amor, la culpa o el miedo a la soledad? Nunca habías experimentado tal soledad hasta que se separaron. En el fondo te aterra estar solo contigo. Tus recuerdos y tus pensamientos te acosan. No, no puede ser sólo la necesidad de otro ser humano lo que te orilló a estar ahí, de pie, tiritando de frío. Hay algo más, es cierto, pero ahora la inseguridad te impide moverte, sabes que no te perdonará, o al menos eso crees. Su dulce mirada te atormenta, esa mirada inquisidora, esa mirada a la que jamás se ha ocultado tu alma. No puedes ser libre, no puedes observar sus ojos sin sentir todo el peso de tu crimen, tu crimen...


Aquella mañana, habías ya pasado mucho tiempo lejos de ti. Tus ojos apagados eran ya incapaces de verter lágrimas en aquella copa de cristal. Te despertó la luz del sol quemando tus pupilas, habías dormido toda la noche. Quizá no lo habías planeado así, jamás habías planeado nada. Todo fue tan sencillo, tomar el cuchillo, encajarlo una y otra vez en su espalda mientras le tapabas la boca con la mano libre, la sangre que salpicaba tu gabardina. Esperaste ahí, yaciendo junto al cadáver tirado en el suelo. Sólo bajo el amparo de la noche saliste corriendo de aquella habitación.


Otro recuerdo, un recuerdo agradable sin duda. En realidad toda su vida juntos estaba llena de recuerdos agradables, salvo aquel pequeño incidente pero... todos cometemos errores ¿no? En cierta forma todos somos criminales. Criminales... he ahí la respuesta, sus ojos hablan de ello, un crimen, sí, un crimen cruel y horrible. Su mirada infantil y soberbia implora compasión mientras escupe a la cara a quienes se compadecen. ¿Será tan difícil el perdón?


Después de todo tú tampoco habías sido una persona ideal, bueno, jamás habías matado a alguien pero... No, un asesinato es imperdonable, ¿acaso era miedo lo que ahora sentías? ¿O sólo piensas en brindarle la ayuda que necesita? Ayuda... ¿acaso te había ayudado a ti? ¿Cuántas veces llamaste implorando su ayuda mientras yacía en la oscuridad en algún lugar del mundo? No, no habías ido tan lejos sólo para prestar ayuda, había algo más, más fuerte que la compasión, tal vez era sólo el anhelo de volver a ver su sonrisa que se había perdido hace ya tanto tiempo...


Esa sonrisa, ahora mismo sonríe y su sonrisa parece petrificada en el tiempo, esa sonrisa igual a la de tus recuerdos. Es aquella sonrisa que te impulsaba a dar un paso más. Sabes que con sólo quererlo estarás dentro del auto, estarán juntos, sí, mas no es eso lo que te preocupa. ¿Qué será después? Su mirada te lo ha dicho, conoce tu crimen, te ha perdonado... No, tú estás enfermo, tú sabes que es peor de lo que parece, sabes que dejaste tu alma en aquel cuerpo sin vida, tirada y olvidada en aquella habitación, jamás volverás a ser tú ¿acaso también comprende eso? Pero, tampoco eres tú lo que te preocupa. ¿Acaso merece un "tú" incompleto, deforme, sin vida, criminal y débil? ¿Cómo podrías decirte digno de esos ojos si los tuyos están apagados y no miran más?


Todo tiene solución entre sus brazos. La idea te hace estremecer, pero sonreír. Sonríes y recibes como respuesta otra sonrisa. Una de ellas es nerviosa, juguetona, inocente, tímida; la otra sincera, naciente, fuerte.


Parece estar ya todo claro, ya no hay más dudas, sabes lo que vas a hacer, ahora ya sólo te hace falta saber si estás dentro o fuera del auto...