lunes, 27 de enero de 2014

Música

Nunca he tenido buena memoria. Por ejemplo, olvido rostros con facilidad, a grado tal que no puedo rememorar las efigies de mis seres más cercanos sí cierro los ojos e intento reproducir su imagen in mi cabeza.
            Sin embargo he notado, no sin cierta sorpresa, que la música suele hacer surcos en mi memoria, como un cincel en una hoja de mármol, y es capaz de dejar marcas tan profundas que pueden leerse incluso sobre mi piel.
            El día de hoy, mis recuerdos son tan borrosos, que a veces no alcanzo a distinguir una época y separarla de otra. Para mí todo está en el pasado, simplemente en el pasado, y todo el pasado es como una masa uniforme en la que no hay diferencia entre infancia, adolescencia o juventud, simplemente todo es parte del mismo ayer. Aun así, hay ciertas piezas musicales que permanecen vetadas, ocultas en lo más profundo de mi ser, porque representan una etapa de mi vida que, aunque fue maravillosa, sigue siendo doloroso recordarla.
            Últimamente he intentado recuperar parte de mi música favorita que ha quedado guardada en el archivo del tiempo porque escucharla me causa una cierta sensación de vacío, de abandono. El problema en realidad no es escuchar la música, me gusta, la disfruto. El problema tampoco es que me de nostalgia, que al escucharla añore el pasado al pensar en lo que perdí y quiera modificar mi presente. El problema es algo más profundo que no sé cómo solucionar. La música es más que música para mí. Hay cierto saxofón o cierta voz aguda que al sonar en mis oídos reviven más que simples recuerdos, reviven sentimientos, sensaciones…
            Sentir en mi piel una caricia que creía borrada hace mucho tiempo, volver a ver los tatuajes indelebles que parecían invisibles, volver a experimentar todo el amor y todo el horror de una época pasada… son sólo algunas de las maravillas que puede conllevar escuchar una canción. Aquella sensación de taquicardia, o la lluvia que mojaba mi piel que tiritaba de frío.
            Escuchar ciertos acordes, acompañado por mis seres queridos, no suele causar mayores complicaciones. Pero solo, a veces simplemente cierro los ojos sin darme cuenta. Entonces ya no soy, sino que fui, fui en el presente. Es tan intenso que a veces he llegado a pensar que no soy el único que puede sentir eso, que mis sensaciones son extensivas, como lo fueron antes. Y entonces tengo que escuchar la misma música, una y otra vez, hasta acostumbrarme a las sensaciones, acostumbrarme, porque sé que no dejarán de existir. Lo único que puedo hacer es esperar que llegue el día en que sean tan cotidianas que ya pueda escuchar esas canciones sin necesidad de reparar en lo que traen consigo.