jueves, 6 de octubre de 2011

Esquizofrenia (6/10)

Ernust despertó feliz, como despiertan aquellas personas que han tenido un sueño placentero. Lo primero que pudo ver al despertar fue el retrato de Violeta pendiendo de la pared. Se le ocurrió que todo lo pasado había sido un sueño, que había dormido un largo sueño desde que había acabado ese retrato hasta el momento. La idea le causo escalofríos. Pero luego volteó la mirada, Violeta yacía al otro lado de la cama, su respiración era apacible, su rostro tierno, su sueño parecía tranquilo. “No ha sido un sueño”, pensó Ernust, “nada de esto ha sido un sueño”.

Se quedó despierto velando el sueño de su amada, hasta que vio que había llegado la hora para ir a la escuela. Despertó a Violeta con un tierno beso en los labios. Ella sonrió mientras abría lentamente los ojos. “Buenos días amor mío”. Cuanto placer experimentaba Ernust al escuchar su voz. Al ver sus ojos abiertos. Al sentirse parte de algo, parte de alguien. Él ya no era más Ernust. Ahora era un tanto porciento Ernust, el otro tanto Violeta. Él ya no podría estar jamás completo sin ella. Eso era lo que sentía. Eso era lo que sus ojos le decían a ella, y los de ella eran, igualmente, ojos de enamorada.

Estuvieron listos en poco tiempo, tomaron un desayuno ligero y se encaminaron a la escuela. Ahí, una vez más Violeta se despidió de él. “Te veo al rato, amor”, le dijo, le dio un abrazo y un beso, y se fue. Él sólo miró y se encaminó a su salón, con un bienestar y un deseo vital que jamás antes había experimentado.
Cuando se encontró con Ophrys, ésta lo primero que hizo fue preguntarle “¿Cómo estás?”

–De maravilla –respondió él.
–No me convences… es que, el asunto de Violeta…
–¿Qué pasa con ella? Es una chica maravillosa, y yo la amo.
–Ernust, no te lastimes de esa manera. No te hagas daño. Entiendo que ella sea tu amiga, es una linda y buena chica, pero ¿por qué crees que la amas? Más aún ¿qué te hace pensar que ella te ama a ti?
–¿Qué estás tratando de insinuar? –dijo él muy enojado. Iba a continuar con su discurso, pero prefirió no seguir la discusión sólo por el gran cariño que le tenía a su amiga. Aunque al no poder contenerse tampoco dio media vuelta y se fue. No volvió a hablarle a Ophrys durante el resto del día.

Más tarde, mientras cambiaba de salón para ir a otra clase, se encontró con Violeta. Ella lo saludó de lejos.

–Hola Ernust, disculpa por no llamarte ayer… –pero de inmediato se dio cuenta de su talante apesadumbrado, así que cambió el rumbo de la conversación– ¿qué te pasa? Te noto triste.
–Me enojé con Ophrys. Es que no me comprende. Pero, no te preocupes, me siento feliz, sé que tú sí me comprendes.
–¿Seguro que estás bien Ernust?
–Claro que sí, no te preocupes.
–Ahora sí podré hablar contigo sobre algo importante. Te veo a la salida ¿está bien?
–Claro…

Ernust iba a besarla, pero ella no le dio tiempo, sin más dio media vuelta y se fue. Ernust se sintió muy raro. ¿Qué le pasaba a Violeta? No lo sabía. Se sintió de pronto muy mal, por un lado no sabía que le pasaba a su amada, por otro lado su amiga estaba enojada, o más bien, él estaba enojado con su amiga.
En la siguiente clase encontró a Jazmín. Y le vino como anillo al dedo, pues encontró a la persona perfecta para desahogarse.

–Es que, no entiendo. Ophrys está como enojada, o no sé qué le pasa. Y Violeta, pues, está rara. Cuando va a casa se comporta muy cariñosa, muy atenta… pero en la escuela, parece otra, es como sí sintiera vergüenza de mí y no quisiera aceptar que soy su novio frente a sus amigos. Tal vez soy muy feo y por eso no quiere aceptarme… o tal vez… ¡ah!, no sé qué pasa.
–Ernust, eso no es normal. Una chica jamás se avergüenza de la persona que ama. Al menos yo te hablo desde mi experiencia personal. Yo hace ya bastante tiempo que no veo a Violeta, pero Ophrys va con ella en alguna clase, eso lo sabes, y tampoco se me hace normal que ella esté preocupada por ti y te pregunte “¿qué tienes?” nada más porque sí. Hay algo extraño en todo esto. Deberías hablar con ella.
–Tal vez tengas razón… pero no sé si ahora. La verdad es que no quiero dirigirle la palabra.
–Deja de comportarte como un niño inmaduro, Ernust. Ophrys es tu amiga.
–Sí pero…

Ernust no supo que decir. Sabía que debía disculparse con Ophrys, después de todo ella no le había hecho nada. Pero no sentía ánimos de hacerlo en aquel momento, así que decidió esperar.

Cuando Ernust salió de clases, fue a esperar a Violeta en la entrada de la escuela. Mientras esperaba Ophrys pasó junto a él. Lo miró con unos ojos profundamente tristes, pero no le dijo nada, simplemente pasó de largo. Unos metros más adelante detuvo su paso, volteó, lo miró nuevamente, quería decir algo, pero se contuvo, volvió a dar media vuelta y se fue. Ernust no entendía que estaba pasando.

Al poco tiempo llegó Violeta, con su típica sonrisa. Lo abrazó y comenzó a hablar en un tono muy solemne.

–Ernust, no sé cómo, pero en poco tiempo llegaste a convertirte en mi mejor amigo… hoy me siento muy feliz, y quiero compartir esa felicidad contigo, sé que sólo tú vas a entender esto, porque sólo a ti te creo capaz de ello. Quiero presentarte a alguien, ven, acompáñame.

Ella lo guió de nuevo hacia adentro de la escuela. Fueron hacia los jardines. Se detuvieron justo en la banca dónde Ernust había dibujado el árbol con los ojos penetrantes de aquel extraño sueño. Ahí había un muchacho sentado, parecía esperarlos porque en cuanto llegaron se levantó. Violeta lo miró, luego volvió la vista hacia Ernust… sus ojos irradiaban una pasión vital, un enamoramiento, un deseo por la vida.

–Ernust, te presento a Peter, mi novio…

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