-¿Qué estás haciendo aquí?- Pregunté intrigado al mirarla sentada en mi cama, leyendo un libro, tan despreocupada de la vida.
-Si quieres me voy- dijo en un tono algo sarcástico.
-No, no es eso. Es una grata sorpresa, sólo que no esperaba verte aqui, de hecho no imaginé verte.
-Estaba de paso, y quise venir. ¿Nos vamos?
-Claro.
La tomé de la mano y salimos de la habitación. Fuera nos cercaban un sin fin de edificios de todos tamaños. Caminamos durante largo rato mientras conversabamos de temas variados: la escuela, el trabajo, la vida, los planes.
De pronto se detuvo y me dio un fuerte abrazo. Yo la besé. Luego un profundo silencio nos invadió a ambos. Finalmente seguimos caminando hasta llegar a la cima de un monte. Ella apretó mi mano fuertemente. Luego me volvió a abrazar, como un niño temeroso abraza a su madre. Yo miraba hacia el horizonte. Una pareja pasó sobre nosotros, caminando en el aire con graciosos movimientos.
-¿Crees que algún día podamos caminar en el cielo?- Le pregunté.
Ella se encogió de hombros. "Tal vez", dijo en un susurro, luego se quedó pensando y me besó. "Es posible que caigamos" agregó "pero la muerte sería instantanea porque alcanzaríamos una gran altura, y no tendríamos tiempo de arrepentirnos". Yo sonreí, ella me devolvió la sonrisa, esa sonrisa mágica, tan llena de vida, tan misteriosa. Al ver aquella manera de sonreir mi corazón no pudo más que hincharse de alegría.
Volví a tomar su mano y seguimos caminando.
miércoles, 25 de agosto de 2010
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