¿Conocen la avenida Eduardo Molina? Hace algunos años yo
solía circular muy frecuentemente por ahí, y en todo ese tiempo jamás encontré
un congestionamiento vehicular digno de mención, ni siquiera en horas pico.
Resulta que el día de ayer, recordando viejos tiempos, se me ocurrió que sería
buena idea, para ahorrarme el tráfico de Insurgentes o de la Avenida Central,
viajar por Eduardo Molina. Cual sería mi sorpresa al encontrarme una avenida
llena de autos, por la que mi tiempo de viaje sería igual o mayor que por las
susodichas vías que pretendía evitar.
¿A qué se debía tal congestionamiento? Al parecer a un
ingenioso ingeniero (con cacofonía y todo) se le ocurrió que sería buena idea
poner un carril del metrobus sobre esa avenida, reduciendo una vía de cuatro
carriles a sólo tres; pero aún hay más, no sé si al mismo señor, o a uno
diferente, se le ocurrió la genial idea de poner un carril para bicicletas,
quedando una avenida de tan sólo dos carriles con un tránsito lento y tedioso
como en el resto de la ciudad.
Ahora, yo no estoy en contra del uso de la bicicleta y
alternativas más ecológicas que los vehículos de combustión interna. Por eso
era mi pregunta inicial: ¿conocen la avenida Eduardo Molina? Para los que la
conozcan sabrán que dicha vía cuenta con un enorme camellón lleno de árboles, y
caminos por los que suelen conducir los ciclistas sin riesgo alguno. En mi
recorrido de ayer ¿saben cuántos ciclistas vi por el carril para bicicletas?
Cero. ¿Cuántos circulando por el camellón? Al menos cinco. Eso me hizo pensar
que hay algo mal planeado en las soluciones para el transporte público en la
ciudad de México.
Pero ¿qué es lo que está pasando realmente? La opinión de un
humilde ciudadano es que todo está mal, desde la raíz. Tenemos legislando a un
grupo de individuos, afiliados a un partido político, que votan sobre las
decisiones que competen a millones de personas, sin tener la más mínima idea de
la problemática a la que se enfrentan. Tenemos ingenieros legislando sobre
educación, abogados sobre salud, licenciados sobre vialidades y especialistas
sobre nada. Yo no dudo que hay gente muy bien intencionada tratando de proponer
leyes, pero al parecer siempre termina ganando el interés del partido, ni
siquiera la del individuo. Y es que ¿cómo puede decidir lo que es mejor para un
país si no conoce las necesidades de ese país?
¿Cómo puede decir qué necesita el transporte público quien
no viaja en él? ¿Cómo puede decir qué le falta a la educación pública quien se
educa en instituciones privadas o fuera del país? ¿Cómo puede fijar el salario
mínimo y decir que alcanza para vivir dignamente quien percibe él solo la
cantidad suficiente para mantener a 50 personas? En fin, lo que yo creo es que
México no es Carlos Slim, y que no podemos tener como legisladores a quienes
sólo se preocupan por los intereses de los grandes empresarios. Todos ellos
dicen estar comprometidos con México, y la verdad es que sí les creo, pero sólo
por una parte de México, sólo por la gran industria mexicana y nada más. Pero ¿qué
se puede hacer para cambiar las cosas?
Y no es que idolatre al señor López Obrador, pero su
propuesta de reducir el salario a los altos funcionarios públicos me pareció
muy acertada, pero no sólo eso. Creo que quien me diga que está realmente
comprometido por los intereses de su país tiene que demostrarlo. Son “funcionarios
públicos”, o sea que funcionan para el pueblo. En pocas palabras, las leyes
deberían obligar a los funcionarios públicos a viajar en transporte público,
ganar el salario mínimo (instituido por ellos mismos), educarse, ellos o sus
hijos, en escuelas públicas, vivir en casas de interés social o en colonias
marginadas, conocer la vida del promedio de los mexicanos para poder saber
cuáles son sus auténticas necesidades, y no las que ellos se imaginan. Porque
sí, es muy bonito decir “voy a hacer una cruzada nacional contra el hambre”
siempre y cuando no afecte lo que llega a mi mesa ¿no?
Y por último, yo creo que en la cámara de senadores y de
diputados, no deberían dejar opinar sobre cuestiones legales a quienes no
fueran especialistas en el tema. Los médicos legislan en el sector salud, los
pedagogos y profesores en la educación, los ingenieros civiles en vialidad,
etc. A más, el gobierno no debería mantener partidos políticos. Siempre
anuncian por los medios de comunicación masiva sus intenciones de tener un
México “incluyente y plural”, ¡Claro! Incluyente y plural con cinco partidos
políticos con ideologías muy semejantes. ¿Cómo pretenden que cinco ideologías
(en caso de que fueran realmente diferentes) sean las que se apliquen para más
de cien millones de mexicanos? ¿Acaso sólo hay cinco tipos de personas entre
tantos millones?
Pero vivimos en el país del absurdo total, es como vivir en
una obra surrealista… y seguimos creyendo que “ahora sí vamos a avanzar”. Ya lo
decía el maestro Chava Flores: “a qué le tiras cuando sueñas, mexicano”. Sigo
soñando…