¿Se han dado cuenta de lo tremendamente estúpidos que son la mayoría de los comerciales que transmiten por televisión? Digo, se supone que deben ser lo suficientemente llamativos pero ¿por qué deben hacerlos tan ilógicos, incoherentes y tontos? Sé que siempre ha habido y habrá malos publicistas, aunque también los hay muy buenos, pero, vamos, últimamente tenemos una enorme abundancia de los primeros.
¿No están convencidos de mis palabras? Analicemos, pues, algunos de los más incoherentes. Por ejemplo, aquel que dice más o menos así: “¿Te has puesto a pensar que pasaría si pudiéramos detener el tiempo? Los besos durarían semanas, y esa luna llena sería para siempre…” Para comenzar, si detienes el tiempo no existiría la noción de semana, ni siquiera existiría un “para siempre”, porque el “siempre” implica justamente la duración perpetua ¡en el tiempo! Así que, creyendo que existe tal posibilidad, teniendo el tiempo detenido, un beso no puede durar semanas, el carácter durativo no existiría, no habría forma de determinar la duración de algo, porque sin tiempo no hay concepto de segundo, minuto, hora, día, etc.
Bueno, no se quieren meter en cuestiones físicas, veamos otro ejemplo entonces. “Ya llevamos DOS horas de novios y aún no has cambiado tu estado de soltero en Facebook… te da pena andar conmigo ¿verdad?” Dos horas… Este comercial no sé si refleja lo superficial de nuestra sociedad o trata de ejemplificar la idiotez de los seres humanos, como quiera que sea, esto sólo tomaría sentido tomando en cuenta la tontería del ejemplo anterior, porque dos horas durarían semanas.
Y ya que seguimos con anuncios de banda ancha móvil, que me dicen de aquel que está en dos partes. En la primera parte una chica como de 15 años está triste porque tiene frenos en los dientes y entonces nadie le va a hacer caso. Lo anterior me parece típico en el comportamiento de un adolescente y quizá hasta sea normal. Pero sigamos con el anuncio. La madre de la muchacha se conecta a internet y le sugiere que le mande una invitación (una vez más a Facebook, extraño no) para ser amigos al chico que le gusta. La niña lo hace y en el momento el muchacho saca un Black Berry (ya saben, todos los adolescentes llevan un teléfono con red 3G consigo) de su bolsillo y acepta la invitación. En la segunda parte el mismo muchacho va a la casa de la muchacha a hacer tarea “porque no tiene internet”. Puede pagar un plan de red 3G pero no tiene internet. ¡Genial! ¿No?
Y que me dicen de esas cancioncitas idiotas de “vamos a llamar el doble de tiempo…” o “soy ejecutivo, tengo un Smartphone” Por dios, eso es para retrasados mentales. Si gastan tanto dinero haciendo publicidad ¿por qué rayos no la hacen bien? O aquello de “El mejor lugar para trabajar es el que te gusta” porque obviamente todo tu trabajo consiste en entrar a internet y buscar a tus compañeras nuevas en Facebook (¿no les parece que ya mencioné esto tres veces?).
Los peores, creo yo, son esos comerciales de “si es cremoso es granoso, a ti te sirve pero a mí no…” o “tu maquillaje me sacó granos”. Para comenzar ponen a una niña malcriada gritándoles a sus padres, en segundo lugar ponen a unos padres con cara de arrepentimiento por lo que hicieron. Digo, unos padres que de verdad amaran a sus hijos les enseñarían a respetarse a sí mismos en lugar de estarse preocupando por un maldito grano. En segundo lugar nos están diciendo que la vida de nuestros jóvenes gira alrededor del susodicho grano. Además está comprobado por un psiquiatra profesional que el no sé qué porcentaje de los adolescentes con acné piensan en el suicidio. Y lo peor de todo, antes pasaban a un escuincle baboso con su cara de cacahuate garapiñado con una severa depresión porque sus padres se preocupaban más por el dinero que por ver por el bienestar de su hijo. Pero ahora no, ahora todos los anuncios son de muchachas también con cara de cacahuate garapiñado. O sea que el mercado ha pasado a ser exclusivo de las mujeres porque las mujeres son más cabezas huecas que los hombres ¿no?
Ah, pero también están aquellos anuncios que dicen que los hombres piensan con las axilas. El transpirar por las axilas les impide pensar bien, supongo que es porque el sudor empaña los pensamientos. O aquel que “no es lo mismo festejar sin levantar los brazos…” por dios no tiene sentido. Pero eso sí, los hombres que piensan con el sobaco consiguen a las mujeres más atractivas. Yo supongo que lo anterior se debe a que una mujer cabeza hueca que en su adolescencia usó maquillaje contra las imperfecciones “complementa en sentido contrario” a un hombre que piensa con las axilas secas.
Hay alguna publicidad que no es precisamente mala como aquella de “por los que se hicieron fama y se echaron a dormir” aunque, en lo personal, jamás he entendido que tiene que ver el alcohol con el tema. Simplemente no tiene sentido.
Y los anuncios del gobierno son de lo peor que existe, ahora, además, incluyen subtítulos para que puedas leer lo que dicen…
No entiendo por qué los anuncios deben ser tan tontos. ¿Acaso están pensados sólo para llamar la atención de la gente tonta…? Olvídenlo, creo que ya tengo la respuesta.
lunes, 28 de febrero de 2011
jueves, 3 de febrero de 2011
La despedida. El final
Caminamos en silencio durante un largo rato. El silencio se iba tornando cada vez más incómodo con forme avanzaba el tiempo. Yo me sentía molesto, todo me molestaba. “Se está nublando” dijo ella. Su voz me irritaba, no podía soportarla. ¿A qué había venido? ¿Por qué caminaba conmigo? Yo la miré con desprecio, ella se percataba de mi febril estado, yo lo sabía, pero dentro de su alma, un alma buena, quería ayudarme… no sabía que no se puede ayudar a quien está completamente extraviado.
“Pronto lloverá” volvió a decir. Su voz desgarraba el silencio y yo la odiaba por eso. Seguí caminando sin decir nada, con la mirada clavada en el suelo, como si quisiera encontrar el camino que desciende al infierno. Sí, eso era lo que deseaba. Ella me seguía, no se apartaba de mi lado. En el cielo resonó un trueno que anunciaba la pronta llegada de la lluvia. Eso me alegró, yo podría caminar bajo la lluvia esperando que un rayo terminara con mi existencia con la única esperanza de que ella buscara un refugio para resguardarse de la lluvia.
Sentí la primera gota mojar mi cabello. Levanté la mirada hacia ella y la vi con una sonrisa malévola, incluso cruel. No dije nada. Caminamos hasta refugiarnos bajo un techo. Ella temblaba de frío. Se quedó parada, inmóvil bajo el techo. Yo di media vuelta y me dispuse a caminar. “Espera…” gritó ella al tiempo que me sujetaba de un brazo. Las lágrimas comenzaron a dibujarse en su rostro. Yo la miré con verdadero desprecio. Odiaba profundamente su llanto, odiaba sus manos tratando de aferrarse a mí, pero lo que más odiaba es que sus lágrimas no fueran de tristeza, sino de pena, de misericordia, de… lástima, tal vez. ¿Qué creía, que me hacía un favor, que mi corazón se ablandaría sólo por sus estúpidas lágrimas?
No. Yo era un ser vil y desgraciado, incluso cruel pero sumamente orgulloso, soberbio y altanero. Así que sin decir una sola palabra me desembaracé de sus manos y comencé a caminar bajo la lluvia, ella se quedó atrás, mirándome partir, mientras yo explotaba en una frenética y maniática carcajada que se opacaba con el estruendo de los truenos celestes.
“Pronto lloverá” volvió a decir. Su voz desgarraba el silencio y yo la odiaba por eso. Seguí caminando sin decir nada, con la mirada clavada en el suelo, como si quisiera encontrar el camino que desciende al infierno. Sí, eso era lo que deseaba. Ella me seguía, no se apartaba de mi lado. En el cielo resonó un trueno que anunciaba la pronta llegada de la lluvia. Eso me alegró, yo podría caminar bajo la lluvia esperando que un rayo terminara con mi existencia con la única esperanza de que ella buscara un refugio para resguardarse de la lluvia.
Sentí la primera gota mojar mi cabello. Levanté la mirada hacia ella y la vi con una sonrisa malévola, incluso cruel. No dije nada. Caminamos hasta refugiarnos bajo un techo. Ella temblaba de frío. Se quedó parada, inmóvil bajo el techo. Yo di media vuelta y me dispuse a caminar. “Espera…” gritó ella al tiempo que me sujetaba de un brazo. Las lágrimas comenzaron a dibujarse en su rostro. Yo la miré con verdadero desprecio. Odiaba profundamente su llanto, odiaba sus manos tratando de aferrarse a mí, pero lo que más odiaba es que sus lágrimas no fueran de tristeza, sino de pena, de misericordia, de… lástima, tal vez. ¿Qué creía, que me hacía un favor, que mi corazón se ablandaría sólo por sus estúpidas lágrimas?
No. Yo era un ser vil y desgraciado, incluso cruel pero sumamente orgulloso, soberbio y altanero. Así que sin decir una sola palabra me desembaracé de sus manos y comencé a caminar bajo la lluvia, ella se quedó atrás, mirándome partir, mientras yo explotaba en una frenética y maniática carcajada que se opacaba con el estruendo de los truenos celestes.
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